Es Resines

Homenaje a esos gratos actores que, como el gran Antonio, sólo saben hacer de sí mismos.

miércoles, agosto 30, 2006

Federico Luppi es Resines


cheyahoratamabiendirijo, originally uploaded by davismiles.

Personaje a interpretar: viejo cascarrabias yo-lo-sé-todo-vos-no-te-enterás-de-nada, preferiblemente con hijo al que echarle la culpa de que no sea tan listo/decente como su padre y con señora que él se cree que es un ídolo para ella y, en realidad, ella le mira como diciendo: "vaya loser gritón con el que me he casao". Y, si es posible, intentando corregir los desequilibrios del mundo mientras tanto.

Desde que existe este blog, Federico Luppi ha estado revoloteando sin llegar a resinizarse por completo. Siempre que me ponía, me surgía la excusa: "a ver, es lógico, con los años uno adquiere tics y manías de las que es imposible desembarazarse y como a Luppi le conocimos en la madre patria con 60 tacos, pues no se puede decir en justicia que sea Resines, puesto que quizás antes no lo era". Y le daba 14 golpecitos a la flechita de borrar letra, donde dice Federico Luppi dice Jorge Sanz, y a otra cosa.

Pues oye, resulta que es Resines. Y de todas, todas.

Gracias a Cinemanía Nosecuantos de Digital+ tuve la oportunidad de visionar el estupendo y argentino filme Tiempo de Revancha protagonizado por Luppi y su partner Ulises Dumont en el tejerístico 1981. Y, qué sorpresa, hace lo mismito, lo mismito que ahora.

Así que Federico Luppi es Resines.

Mi conocimiento de Luppi comienza con Un lugar en el mundo, donde ejecuta a la perfección su resinística composición de patriarca semiamargado que vive a tomar por saco y dirige idealísticamente una pobre escuela mientras imparte doctrina vital a todo el que se le acerca.

Visto el éxito, se dijo: "ha colado, me voy a inflar en Espania". Dicho y hecho.

Y eso que no lo tuvo fácil porque en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, le encargaron que interpretara a un asesino mafioso. Pero con un par de naturales dignos del mejor Resines fue capaz de llevarse el toro a su terreno y ejecutó una faena memorable al dotar al infame killer de un componente místico/religioso/sermonístico como sólo está a su alcance.

Luego, el Sr. Barroso se lo puso a huevo en Éxtasis, ofreciéndole el papel de padre actor-de-teatro-egoísta-no-me-ocupo-de-mi-hijo-pero-le-doy-lecciones de Bardem. Lo borda, evidentemente.

Después, me parece que ha llegado el momento de otorgar un Oscar retrospectivo a Aristaráin en la categoría de casting. Vamos a ver, necesitamos para Martín Hache a uno que haga de padre director de cine super estricto de un hijo que es un bala perdida y al que hay que llevar por el buen camino porque su padre no se ha ocupado de él lo suficiente... vamos a ver a quién llamamos... bingo!

Ya sé que me salto algunas, pero la siguiente que recuerdo es Divertimento donde se atreve, pásmense, a aceptar el impresionante reto de hacer de actor de tele medio acabado y peleado con el mundo. Qué narices. Ahora que, uno pensaba que aprendería algo al compartir escenario con uno de los más grandes, José Álvarez, "Juncal". Quiero decir, Paco Rabal. Pues no. Continuó siendo Resines.

El Espinazo del diablo marca un punto de no inflexión en la carrera resinística de Luppi. Profesor/director de un orfanato durante la guerra civil, defendiendo a capa, espada y discursos el pabellón republicano ante las hordas nacionalsindicalistas.

Los pasos perdidos, además, le dio la oportunidad (pero también el desafío) de no hacer de padre intelectualoide, sino de abuelo intelectualoide. Pues oye, tranquilamente.

Y si hay que hacer de cónsul defensor de los valores patrios y padre educador pero distante, todo ello de manera resinística, pues se hace. El lugar dónde estuvo el paraíso.

Seguramente alcanzó su cima resinística como defensor de valores y causas perdidas en El último tren dónde se sale enseñándonos a todos como el mundo actual es una jena.

Lamento el chiste fácil, pero la siguiente es Lugares comunes. Y tan comunes. Profesor de literatura superguay que no hace más que darle el coñazo a Mercedes Sampietro y cuando se queda sin pasta se va a España a casa del hijo abandonado que tiene el pastón ganado no muy dignamente. Y a darle la charla al respecto, por supuesto.

No contento con estos continuos no cambios de registro, le proponen hacer de ladrón/timador más listo que los demás y con Victoria Abril para recibir clases de cómo andar por el mundo. Hasta aquí, todo bien. Un reto, seguro. Pero asumible. Pero lo que resulta increíble es que su personaje también se llamara Federico. No sé cómo pudo salir airoso del envite.

Finalmente, El Viento donde ejecuta a la perfección con una economía de palabras y un overbooking de gruñidos admirable un personaje más bien no urbano, en una historia a lo The Straight Story, que al morir su hija se marca un pacomartínezsoria y se dirige a la capital a impartir sabiduría, conciencia y comprensión.

Señores, señoras, con todos ustedes un ejemplo de resinismo que, si las leyes educacionales fueran como tienen que ser, se debería estudiar en las escuelas.

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